Punto Fijo, julio de 2009
Al conjunto de elementos que condicionan la manera de hablar, se le llama registro lingüístico. Este es clasificado en función a varios factores que, en pocas palabras, determinan el hablar bien o el hablar mal. La clasificación más baja se le llama registro lingüístico informal, del cual se deriva el lenguaje vulgar que tiene como características ser muy pobre en términos y el uso incorrecto de las normas de la lengua.
Los pedagogos, los educadores dicen que leer es una de las maneras de enriquecer nuestro repertorio de términos para expresarnos. Así, en la medida que leemos, nos vamos haciendo de un registro lingüístico formal
Ciertamente la lectura ejemplifica maneras de decir las cosas y las formas de redacción, además nos muestra palabras que no conocemos y las expone dentro de un contexto de comunicación. En fin, ejercitar la lectura es la manera más fácil de saber como se utilizan las palabras al momento de hablar.
El hablar es un hecho cotidiano, es una actividad intrínseca a la personalidad y que forma parte de la individualidad de cada cual; todos tenemos una manera característica de hablar, que nos diferencia de los demás, que nos perfila como personas y nos adorna o nos desluce, según utilicemos las palabras; pero también es un hecho universal y concertado, fundamento de la socialización. Nos comunicamos por medio de un idioma que es manejado de manera igual por todos, y esta concertación en el hablar llega al punto que los vecinos de una ciudad o región (hasta los ciudadanos de un país) hablamos de una misma manera o con un acento común.
La universalidad del habla la ha llevado a su tecnificación, basada en normas que son diseñadas por instituciones y organismos internacionales, considerados dueños absolutos del “hablar correcto”; son ellas las que deciden cuando evoluciona el habla y cuando modificar las maneras de decir las cosas y de escribirlas. Estas normas son plasmadas en manuales y diccionarios, que, mediante su lectura, nos dicen como “hablar bien”.
Sin embargo –y a pesar de este control artificial- el idioma es un ente vivo, más grande que la sociedad misma, que habita en cada casa, en cada calle, en cada niño que empieza a expresarse; que se ajusta a las posibilidades y al entorno, que juega con los volúmenes, que condiciona las expresiones corporales de quien habla y que cambia por sí solo a expensas de su propia evolución y voluntad. El habla inunda los espacios donde hay gente y cumple su función natural de comunicar, sin necesidad de respetar las normas escritas e impuestas.
El carácter individual y universal del habla, hace que su compresión sea más asequible para todos (siempre y cuando se hable el mismo idioma) incluso cuando se habla de manera incorrecta, y por tal, la tecnificación del lenguaje solo sirve para represar momentáneamente el caudal de expresiones y términos que nacen del hablar cotidiano; ese hablar que no requiere de manuales, ni lexicología, ni palabras completas; ese hablar que nace en la calle, en la casa, entre amigos y es más poderoso que la academia de la lengua; ese hablar que no se escucha en las conferencias, ni en las aulas y mucho menos sirve para dar una imagen de persona culta.
Es tan poderoso este hablar en la cotidianidad que arropa expresiones y términos tecnificados y los adopta, sin necesidad de la lectura y sin respetar las normas que refieren los especialistas; este modo de hablar se transfiere de uno a otro, en el día a día, dándole vida al lenguaje vulgar aumentando y haciendo que los léxicos especializados se vean menos ricos en cantidad de términos. Aquí se expone una conversación, exagerada y jocosa, del español vivo:
La universalidad del habla la ha llevado a su tecnificación, basada en normas que son diseñadas por instituciones y organismos internacionales, considerados dueños absolutos del “hablar correcto”; son ellas las que deciden cuando evoluciona el habla y cuando modificar las maneras de decir las cosas y de escribirlas. Estas normas son plasmadas en manuales y diccionarios, que, mediante su lectura, nos dicen como “hablar bien”.
Sin embargo –y a pesar de este control artificial- el idioma es un ente vivo, más grande que la sociedad misma, que habita en cada casa, en cada calle, en cada niño que empieza a expresarse; que se ajusta a las posibilidades y al entorno, que juega con los volúmenes, que condiciona las expresiones corporales de quien habla y que cambia por sí solo a expensas de su propia evolución y voluntad. El habla inunda los espacios donde hay gente y cumple su función natural de comunicar, sin necesidad de respetar las normas escritas e impuestas.
El carácter individual y universal del habla, hace que su compresión sea más asequible para todos (siempre y cuando se hable el mismo idioma) incluso cuando se habla de manera incorrecta, y por tal, la tecnificación del lenguaje solo sirve para represar momentáneamente el caudal de expresiones y términos que nacen del hablar cotidiano; ese hablar que no requiere de manuales, ni lexicología, ni palabras completas; ese hablar que nace en la calle, en la casa, entre amigos y es más poderoso que la academia de la lengua; ese hablar que no se escucha en las conferencias, ni en las aulas y mucho menos sirve para dar una imagen de persona culta.
Es tan poderoso este hablar en la cotidianidad que arropa expresiones y términos tecnificados y los adopta, sin necesidad de la lectura y sin respetar las normas que refieren los especialistas; este modo de hablar se transfiere de uno a otro, en el día a día, dándole vida al lenguaje vulgar aumentando y haciendo que los léxicos especializados se vean menos ricos en cantidad de términos. Aquí se expone una conversación, exagerada y jocosa, del español vivo:
LA CONDESCENDENCIA DE JOSE. Anónimo.
-Maita, Maita¡¡ oigame pues¡¡¡.
-Sieee cará , hable pueje, ¿cuál es la gritaera?
-Juimos al dotor Calmen y yo; y le dije como usté me dijo que le dijiera: mire dotor, es que tenemos un problema, mi mujer y yo queremos tener condescendencia y no podemos, pero no sabemos si es porque yo soy omnipotente o mi mujer es esmeril. Yo le dije que Calmen tomaba mucha cetaminofen y parchipirin, y en la caja decía que era malo pa’ las preñás.
Desdiantes juimos a otro dotor y nos dició que mi mujer tenia la vajilla rota y la emperatriz subida, y como ademá la operaron de la basílica, no sabemos si eso tiene algo que ver. A mi, desdiace años, mi operaron de la protesta y a lo mejor eso me dejó escuelas en el cuerpo... Y una vez en el trabajo me cayó un bloque en el lomo’e plato y min yesaron y min yectaron las jormonas pal dolol, y el medico dijo que me podia deja el potente.
Nos dijieron que juéramos con otro dotor, pero en la capital, que dizque era muy güeno.
Mire, mire, eso jue una gastaera’e rial, el laltubus, la comia, los taicis: to’ por tené un tripón. Pero se veia gueno el dotol¡¡. Con dicile que en la consulta tenía dos teles conestas a una antena paranoica y una dotora ajuera, en un escritorio que lo rescribia a uno en una carpeta; hasta por usté nos preguntó: que si le dolia la cabeza, que si tenia la atención buena. Aunque Calmen venia medio dormi’a por el viaje y casi no hablaba, ella dijo que tenia buena la atención… claro si casi le arranco el brazo pretándoselo con un trapo.
En esa consulta, a mi mujer le hicieron una coreografía y el dotor nos dijo que no veía nada raro y nos recomendó que hiciéramos el cojito a diario... aunque yo lo que vi fue muy feo en ese televisor: un rayero neegro, a mi no parecio que juese buena que estaba Calmen.
Entonjes por 15 días ella y 15 días yo, nos estuvimos haciendo los rencos, pero nada... eso era puro chuequiá yo y ella.
Nos juimos a otro dotor que nos dijo que hiciéramos vida marítima mas seguido. Y nos juimos pallá pa la costa, pa’ Chiririvichi y en todas las playas hicimos vida marítima, pero nada, eso no ha injluido…
Maita, yo mas bien lo que creo es que mi mujer es frigorífica, porque nunca llega al orégano, pero ella dice quesque lo que yo tengo es un problema de especulación atroz, pero un compadre me dijo que ella puede ser libiana...
…Usté qué piensa maita???
-Ay¡¡¡ Cheito, yo no te lo queria decí, pa’ evitate peo, pero tu mujer testá engañando.....yo la vide ¡¡. Ella está tomando pastillas anticorrosivas..y se hace luchas vecinal cuando se acuesta contigo mijo¡¡¡.
Nota: Historia tomada de internet.
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