Osiris R. Betancourt Bruges.
Desde siempre el humano ha intentado valerse de todo a su alrededor para mejorar su calidad de vida o para ahorrarse esfuerzos. Palos, piedras o restos y partes de cualquier cosa, en su estado y forma natural, fueron las primeras herramientas usadas, que luego - modificadas o escogidas según la necesidad- impulsaron la carrera tecnológica de la humanidad. Carrera que aún no encuentra su fin y que cambia su objetivo permanentemente.
La tecnología ha pasado de ser una herramienta para el bienestar humano a convertirse en el instrumento mas sofisticado del conocimiento para la destrucción; además coquetea peligrosamente con una autonomía que la hace actuar según “su propio criterio”, dejando nuestro destino y subsistencia como seres vivos (como creación divina incluso) a decisión de un instrumento electrónico.
Resulta curioso que en la antigüedad nuestro destino dependía los dioses, de una fuerza poderosa, intangible y de origen divino, que podíamos intentar controlar solo con suplicas, con oraciones y llevando una vida acorde a determinados preceptos. Hoy nuestro destino depende, en algunas oportunidades, de dichos instrumentos hechos en una fabrica bajo el criterio de un obrero especializado y tal vez a cambio del salario de una semana de su vida.
Tal es la injerencia de la tecnología en nuestro destino que las actividades políticas del mundo se ven enmarcadas por ella y sus consecuencias. La política es una actividad netamente humana y humanística por excelencia. La política la conforman el hombre, sus instituciones, sus acciones, sus decisiones y sus espacios ocupados. Vista así podemos pensar qué poco puede tener injerencia un electrón y un chip en este aspecto filosófico de la vida humana. Pero la capacidad creadora y destructiva del hombre le ha dado un espacio (mucho más que importante) determinante a la tecnología en las decisiones globales de la humanidad.
La tecnología empezó a ganarle terreno a la política y en un momento se hizo protagonista. Esta situación comenzó en el siglo pasado: aparecen los aviones como armas de guerra, los submarinos, los cohetes, las ametralladoras y la famosa “industria armamentista” como heredera privilegiada de la, aún incipiente, segunda revolución industrial. Dos guerras mundiales desbastaron gran parte del mundo: la economía, la cultura, la territoriedad de los pueblos y la historia se dividió con esos hechos. Hoy una nación mide su poder en función de su desarrollo tecnológico puesto que este infiere capacidad militar y comercial, a la vez que arropa los tradicionales parámetros del poder, como lo eran la capacidad militar per sé de una nación o sus despliegues diplomáticos, entre otros.
Los actores políticos de los países lideres se aseguran en desarrollar sus tecnologías para beneficiares de sus consecuencias y dominar. Los científicos, apoyados por los políticos, desarrollan tecnologías de guerra que actúan solas, soportadas en la “inteligencia artificial” y se genera este antagonismo de crear tecnología para dominar pero terminar siendo dominado por la tecnología. Así lo demuestran los incidentes que se describen abajo.
1979 LA CINTA EQUIVOCADA.
Los ordenadores del Mando Nacional Militar del Pentágono de los EEUU indicaban un ataque nuclear masivo desde la Unión Soviética, registrando impactos en el territorio norteamericano.
Superada la crisis, se determino que alguien había colocado una cinta de entrenamiento como fuente de datos en el ordenador central.
La conciencia de los operadores de los silos nucleares era cuestionada en esos días, puesto que pruebas “realistas” realizadas para probar su decisión, habían demostrado que ellos evitaban, o se abstenían, de hacer ataques en un 50 % de las veces. Por esta razón se pensaba automatizar completamente el sistema de respuesta ante un ataque nuclear. En esta oportunidad fue esa conciencia humana la que evito una tragedia mundial.
1980 EL CHIP DEFECTUSO.
Apenas superado el incidente de la cinta equivocada se registra otro ataque en las pantallas, pero desaparecía y aparecía. Luego se determino que un chip del sistema estaba dañado.
1983 EL EQUINOCCIO DE OTOÑO.
La red de satélites OKO de la URRSS registra la señal de 5 cohetes norteamericanos viajando desde la Unión Soviética.
El teniente Coronel Stanislao Petrov al mando del centro de inteligencia ruso se negó a dar el alerta alegando que “la gente no empieza una guerra nuclear con solo 5 misiles”.
La señal se produjo consecuencia de una rara conjunción del sol, la tierra y los satélites, coincidiendo con el equinoccio de otoño.
Estos son algunos de los incidentes que pudieron cambiar al mundo; que ocurren consecuencia del perfil de “creador de destrucción” del hombre y del antagonismo que arropa nuestra inteligencia cuando, por querer dominar a los demás, les dejamos a artefactos, inteligente e inhumanos, que decidan por nosotros… y nos controlen.
Desde siempre el humano ha intentado valerse de todo a su alrededor para mejorar su calidad de vida o para ahorrarse esfuerzos. Palos, piedras o restos y partes de cualquier cosa, en su estado y forma natural, fueron las primeras herramientas usadas, que luego - modificadas o escogidas según la necesidad- impulsaron la carrera tecnológica de la humanidad. Carrera que aún no encuentra su fin y que cambia su objetivo permanentemente.
La tecnología ha pasado de ser una herramienta para el bienestar humano a convertirse en el instrumento mas sofisticado del conocimiento para la destrucción; además coquetea peligrosamente con una autonomía que la hace actuar según “su propio criterio”, dejando nuestro destino y subsistencia como seres vivos (como creación divina incluso) a decisión de un instrumento electrónico.
Resulta curioso que en la antigüedad nuestro destino dependía los dioses, de una fuerza poderosa, intangible y de origen divino, que podíamos intentar controlar solo con suplicas, con oraciones y llevando una vida acorde a determinados preceptos. Hoy nuestro destino depende, en algunas oportunidades, de dichos instrumentos hechos en una fabrica bajo el criterio de un obrero especializado y tal vez a cambio del salario de una semana de su vida.
Tal es la injerencia de la tecnología en nuestro destino que las actividades políticas del mundo se ven enmarcadas por ella y sus consecuencias. La política es una actividad netamente humana y humanística por excelencia. La política la conforman el hombre, sus instituciones, sus acciones, sus decisiones y sus espacios ocupados. Vista así podemos pensar qué poco puede tener injerencia un electrón y un chip en este aspecto filosófico de la vida humana. Pero la capacidad creadora y destructiva del hombre le ha dado un espacio (mucho más que importante) determinante a la tecnología en las decisiones globales de la humanidad.
La tecnología empezó a ganarle terreno a la política y en un momento se hizo protagonista. Esta situación comenzó en el siglo pasado: aparecen los aviones como armas de guerra, los submarinos, los cohetes, las ametralladoras y la famosa “industria armamentista” como heredera privilegiada de la, aún incipiente, segunda revolución industrial. Dos guerras mundiales desbastaron gran parte del mundo: la economía, la cultura, la territoriedad de los pueblos y la historia se dividió con esos hechos. Hoy una nación mide su poder en función de su desarrollo tecnológico puesto que este infiere capacidad militar y comercial, a la vez que arropa los tradicionales parámetros del poder, como lo eran la capacidad militar per sé de una nación o sus despliegues diplomáticos, entre otros.
Los actores políticos de los países lideres se aseguran en desarrollar sus tecnologías para beneficiares de sus consecuencias y dominar. Los científicos, apoyados por los políticos, desarrollan tecnologías de guerra que actúan solas, soportadas en la “inteligencia artificial” y se genera este antagonismo de crear tecnología para dominar pero terminar siendo dominado por la tecnología. Así lo demuestran los incidentes que se describen abajo.
1979 LA CINTA EQUIVOCADA.
Los ordenadores del Mando Nacional Militar del Pentágono de los EEUU indicaban un ataque nuclear masivo desde la Unión Soviética, registrando impactos en el territorio norteamericano.
Superada la crisis, se determino que alguien había colocado una cinta de entrenamiento como fuente de datos en el ordenador central.
La conciencia de los operadores de los silos nucleares era cuestionada en esos días, puesto que pruebas “realistas” realizadas para probar su decisión, habían demostrado que ellos evitaban, o se abstenían, de hacer ataques en un 50 % de las veces. Por esta razón se pensaba automatizar completamente el sistema de respuesta ante un ataque nuclear. En esta oportunidad fue esa conciencia humana la que evito una tragedia mundial.
1980 EL CHIP DEFECTUSO.
Apenas superado el incidente de la cinta equivocada se registra otro ataque en las pantallas, pero desaparecía y aparecía. Luego se determino que un chip del sistema estaba dañado.
1983 EL EQUINOCCIO DE OTOÑO.
La red de satélites OKO de la URRSS registra la señal de 5 cohetes norteamericanos viajando desde la Unión Soviética.
El teniente Coronel Stanislao Petrov al mando del centro de inteligencia ruso se negó a dar el alerta alegando que “la gente no empieza una guerra nuclear con solo 5 misiles”.
La señal se produjo consecuencia de una rara conjunción del sol, la tierra y los satélites, coincidiendo con el equinoccio de otoño.
Estos son algunos de los incidentes que pudieron cambiar al mundo; que ocurren consecuencia del perfil de “creador de destrucción” del hombre y del antagonismo que arropa nuestra inteligencia cuando, por querer dominar a los demás, les dejamos a artefactos, inteligente e inhumanos, que decidan por nosotros… y nos controlen.